El jefe de la Tribu
Cuando Fernando Lázaro y yo nos conocimos en persona, hacía años que éramos confidentes. Nunca nos habíamos visto pero yo leía sus exclusivas en El Mundo y él me seguía en la COPE y luego en esRadio. Raro era el día que Fernando no abría el periódico con alguna primicia y yo la reproducía en antena mencionando, como debe ser, al autor y al medio. Él, dando una muestra de su enorme generosidad siempre lo agradecía.
Pasaron los años y Federico le fichó para la tertulia, para mí, y espero que me perdonen el resto, el mejor de todos. Recuerdo sus exclusivas sobre el bar Faisán, las detenciones de etarras, la incautación de armas, las negociaciones con los asesinos, las amenazas, los espías, Villarejo, la Dra. Pinto, Zapatero, Fernández Díaz, el Palacio del Hielo…, creo que sería imposible contarlas. Sin embargo, siendo un legado periodístico de valor incalculable, lo más importante de éste es que Fernando siempre contó sus noticias desde el lado bueno de la historia y para los buenos. Tomar partido para un periodista que cubre una guerra, un golpe a la democracia o un ataque a las libertades públicas y civiles es una obligación. Y Fernando no dudó en hacerlo, a pesar de que con ello ganó en disgustos y preocupaciones y, probablemente, perdió en salud.
Decía en una ocasión Fernando respondiendo a Pablo Iglesias que “él era de la casta que trabajaba 15 horas”, y es cierto. No paraba ni comiendo. Recuerdo que cuando se sentaba en un restaurante o se apoyaba en la barra de un bar siempre lo hacía de cara a la puerta; no perdía detalle de quién entraba y quién salía. “Rosana tienes que escribir más” - me decía- “Y si grabas un vídeo sobre Errejón”, me sugería. No paraba. Siempre una palabra de ánimo, siempre una felicitación, siempre un “ te escucho”, un “te sigo”.
Cuando la enfermedad regresó después de superarla varias veces, yo pensé que Fernando volvería a hacerlo porque para mí era casi inmortal. El encierro por partida doble tras el que nos trajo el COVID no le doblegó; siguió escribiendo, entrevistando y trabajando desde casa, con valentía y sin amargura, como siempre había hecho. En la radio celebramos su regreso y nos hizo felices mientras pudo venir a la tertulia, sin embargo un día me dio a entender que no podía más, y fue el último que nos vimos.
Esto sucedió hace, tan solo, unos meses.
He tenido la suerte infinita de compartir con él muchas tertulias, charlas, risas, penas, fotos, chistes. Guardo esos momentos conmigo. Dicen algunos que en esto del periodismo hay tribus, yo no lo creo, de hecho me parece una ridiculez, ahora, si hay que elegir porque no queda más remedio, yo quiero que Fernando sea el jefe de la mía.
Amigo, te quiero.
Espéranos con un Rioja en el cielo.
Emotivo. D.E.P
ResponderEliminarMuy emocionante carta de despedida, Rosana, y como homenaje y en memoria de Fernando Lázaro ahora toca llevar a la práctica todas sus lecciones y todos sus consejos y recomendaciones. Es su legado para los más jóvenes.
ResponderEliminarD.E.P. Fernando Lázaro.
Recuerdo cuando volvió a la tertulia de Dieter y él lo recibió con mucho cariño. Sólo de oirle en la radio me parecía un hombre muy agradable, y ahora veo que era muy querido por muchos compañeros. Qué precioso homenaje le has dedicado.
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