Del odio al perdón
Rectificar, asumir el error, reconocer la culpa, no digamos pedir perdón, son acciones que no cotizan al alza. Aquel que tiene la valentía de hacerlo es una rara avis. Y sí, digo valentía siendo plenamente consciente de los riesgos que implica reconocer que uno se ha equivocado.
Esto es, en una interpretación de andar por casa, lo que acaba de hacer la editorial Anagrama, sello que promocionó El odio, libro donde Luisgé Martín narra el asesinato, a manos de su padre, de Ruth y Jose, de seis y dos años de edad, y que conmocionó a la sociedad española en el otoño de 2011. Bretón asesinó a sus hijos porque su mujer, Ruth, quería separarse de él. El doble asesinato fue considerado un acto de violencia vicaria contra la mujer que, catorce años después, vuelve a sufrirla con el asesino de sus hijos en la cárcel.
Anagrama, sello de prestigio indiscutible, con una cartera de escritores codiciada por sus pares, ha decidido no publicar el libro "de manera indefinida".Y lo hace después de que un juez sentenciara que el libro que da voz a Bretón podía y debía publicarse. Anagrama lamenta "el dolor que las informaciones sobre el libro hayan podido causar a Ruth Ortiz" y admite que las obras basadas en relatos reales requieren "una doble dosis de responsabilidad y respeto".
Soy, periodista y madre. PEMA. ( Nada más lejos de mi intención que emular a Mónica García, MEMA). Sin embargo, me resulta muy complicado poder hablar de este tema poniendo por delante mi condición de periodista antes que la de madre. Considero que todo el ruido hecho y provocado estas semanas por autor y editorial debería considerarse un atentado contra del derecho de protección que asiste a Ruth como víctima de violencia vicaria que es.
Ruth sufre una condena en vida aunque ella no cometió ningún crimen. Su asesino se ocupó de dejarla entre los vivos para que el resto de su existencia pagase la pena que él le impuso: la muerte de sus hijos. Por eso me extraña, no alcanzo a entender, a todas aquellas personas, muchos de ellos periodistas, que consideran que ante los derechos de la víctima debe prevalecer el derecho a la libertad de expresión del asesino. Incluso hay quien por encima pone el derecho a la libertad de creación. Sólo una falta de sensibilidad extrema, una incapacidad para empatizar con el prójimo o, por qué no, una enfermiza identificación con el asesino justifica sus razonamientos.
Me alegro de la decisión tomada por Anagrama, aunque creo que llega tarde. Ya sea como consecuencia de una reflexión sincera y profunda, ya sea por puro interés comercial, bienvenida sea.
En cuanto a Luisgé, ya tiene su historia. Ahora sólo tiene que escribirla.
En mi opinión, lo que ha hecho ANAGRAMA ha llegado, primero, MUY LEJOS, porque ha estado desarrollando todo el proyecto de producción del libro de principio a fin y, segundo, MUY TARDE, porque la decisión de cancelar la distribución del libro no se tenía que haber llegado a producir porque ese libro nunca se tenía que haber gestado. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero tratándose de un tema tan sensible como éste, los directivos de ANAGRAMA ya se pueden ir olvidando de que yo me gaste un sólo euro en cualquiera de sus libros el próximo 23 de abril y en la próxima edición de la Feria del Libro. Lo siento por los escritores que publican con este sello, pero los actos tienen consecuencias y ANAGRAMA debe asumirlas. La próxima vez, que se piensen antes si todo vale en el negocio editorial. ¡Feliz 23 de abril y Feliz feria del libro!
ResponderEliminarMe interesa este conflicto. Yo también me inclino por la comprensión del dolor. Además para este tipo de narraciones siempre tendremos la ficción para sentirnos o no identificados. En cuanto se toca la realidad de lo personal pasa como con los insultos.
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