COVID 19, cinco años después. La historia olvidada



Diciembre 2019. Tengo un recuerdo extraño de aquellas Navidades. Las luces, la celebración, la alegría de unas fechas entrañables que se viven con especial emoción en una casa con niños pequeños se mezclaba con la incertidumbre de las noticias que nos llegaban desde China. Recuerdo que por aquellos días hablé con un importante empresario del sector de la dermocosmética cuyo negocio se encuentra, principalmente, en el país asiático. Su empresa, literalmente, había quebrado y su máxima preocupación era conseguir material de protección; "si esto ha causado miles de muertos en China, ten por seguro que llegará a Europa". 

Pasaron las Navidades y las primeras semanas del año 2020. En Madrid, cerraron las escuelas antes que en ningún otro lugar. Más tarde, ya pasado el 8M, llegó el confinamiento que para mí nunca lo fue. Durante los siguientes meses nunca falté a mi puesto de trabajo en la radio. El objetivo era sacar el programa diario adelante. Seis horas de directo con Federico presentando desde su línea en casa e Isabel González y yo dirigiendo la orquesta desde  los estudios centrales de esRadio, en Madrid. 

Para poder sortear el COVID dividí el equipo de Es la Mañana en dos grupos; uno trabajaría desde casa y otro en la radio en turnos semanales que íbamos modificando en función de las circunstancias de cada uno. Llevábamos diez años trabajando juntos,  éramos un gran equipo, pero fue durante aquellos días cuando nació algo más profundo. Con Sara, Rubén, Daniel, Vanessa, Silvia, las dos Marías, Vero y, por supuesto Maite desde el cuadro técnico, surgieron unos lazos y una unión que me resulta difícil describir con palabras. La angustia y preocupación de uno era la de todos; compartimos miedos, lágrimas, incertidumbres, risas de desesperación, carcajadas de emoción. 




Creo, sinceramente, que durante aquellos días hicimos los mejores programas de radio que recuerdo en mi trayectoria profesional en la radio. De la nada surgían historias que bien merecen un libro o una película. Nosotros les dimos a todos ellos sus minutos de radio. Recuerdo los trabajadores de las residencias que decidieron quedarse a vivir en ella con los ancianos para no contagiarlos, recuerdo los médicos forenses que trabajaban sin pausa jugándose la vida para trata de confirmar una evidencia, recuerdo los guardias civiles de tráfico, los trabajadores de aduanas, las costureras que hacían mascarillas, los hermanos que hacían viseras de protección con una impresora 3D.

Un mundo de vivos reservado a los muertos

Una de las primeras evidencias de la gravedad de la situación fue la desaparición de mis queridos compañeros de viaje; los taxistas. Llevo años entrando de madrugada en la radio, este traslado lo hago en taxi y a muchos conductores los siento como parte de mi familia. Ellos desaparecieron en lo peor de la pandemia y en su lugar empezaron a realizar la recogida conductores de nacionalidad asiática o india, algo que en Madrid no es habitual. Recuerdo un día que en plena M-30 el vehículo  realizó todo el trayecto sin cruzarse con nadie en el camino; sólo luces de sirenas. Aquel día no pude evitar echarme a llorar. Hombres buzo rociando con pistolas líquidos de limpieza al aire, distancia y más distancia, braga de esquiar como protector, guantes de lana en las manos en plena Semana Santa, cambiarse de ropa en el descansillo de casa, suelas de calzado el lejía, y un frío intenso jamás percibido en El Palacio del Hielo de Madrid. 




La morgue madrileña queda muy cerca de la casa de mi madre, y yo decidí que era el lugar más práctico para hacer la compra y llevársela a casa. En el centro comercial y de ocio, normalmente abarrotado, nunca había nadie. Tampoco para buscar alimentos. Parecía como si los vivos no quisieran entrar en un lugar que reservaron para los muertos. 

Echando la vista atrás, cinco años atrás, observo con verdadera frustración lo que está sucediendo en España. La memoria de las 130.000 víctimas oficiales del COVID se ha visto vilipendiada por un grupo de dirigentes sin escrúpulos que en lo peor de la pandemia decidieron que era el mejor momento para hacer negocio. Y sacar lo peor del ser humano. Hoy tengo dudas, verdaderas dudas, del valor real de lo que hicimos aquellos días. ¿Y si hoy volviera a pasar algo parecido? ¿ Hemos aprendido algo? 

Comprendo la necesidad del olvido. Entiendo el efecto sanador de pasar página. Pero no comprendo la estupidez humana de la ignorancia forzada. 

Comentarios

  1. Rosana, brillante artículo... Creo que no tenemos con qué pagar vuestra labor cada día y, muy especialmente, el trabajo durante esa dura época. Muchos estábamos deseando que fuese una triste pesadilla, pero la realidad superó la ficción. No sé si hemos aprendido algo de todo lo vivido. Quiero pensar que sí. Un abrazo de un fiel oyente desde Burgos.

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  2. Buenas noches Rosana...
    Bonito artículo narrando la manera en que todo vuestro equipo vivió aquellos trágicos días de la historia reciente de España. Sinceramente, no creo que ésta sea una historia olvidada porque nadie de los que lo vivimos lo vamos a olvidar ni perdonar jamás. Cada uno tiene su propia historia y si como es mi caso, además, pierdes un familiar a las primeras de cambio (la última abuela que me quedaba y que tanto me enseñó en vida falleció en la madrugada del 3 de abril de 2020) pues esa historia es todavía más triste.
    Por mi trabajo en la docencia universitaria, de la noche a la mañana tuvimos que pasar del modelo presencial al online y creo que lo hicimos bastante bien a juzgar por los comentarios recibidos de los alumnos. Además, el hecho de trabajar también en la industria agroalimentaria, nos obligó a no confinarnos y a vivir cada día como zombis para que todos los españoles pudieran tener su comida a diario en el supermercado.
    Al final, el ser humano se acostumbra a todo. Pero a lo que no me puedo ni me quiero plegar es a hacerle la ola a este Gobierno infame y abyecto de Pedro Sánchez, cuyos miembros más importantes, se dedicaron a hacer negocio con el dolor y el sufrimiento de los ciudadanos en shock. No tengo palabras para describir mi estado de ánimo después de ver la entrevista-masaje de Évole a los presuntos delincuentes Fernando Simón y Salvador Illa, que además entre risitas, se felicitaban de lo bien que lo hicieron... Sólo espero que el tiempo y la justicia pongan a cada uno en su sitio: a los delincuentes, en la cárcel y, a las víctimas, en un lugar merecido como caídos en guerra (biológica, en este caso).
    A cada generación le toca vivir algo crucial en la historia de su país: nuestros abuelos, vivieron la guerra civil; nuestros padres, vivieron la transición política; nosotros, de momento, hemos vivido una pandemia que no deja de ser una guerra moderna (biológica) sobre todo después de conocer el informe Covid-19 que se ha hecho público en Estados Unidos hace pocas semanas. Sólo espero que sigamos viviendo en libertad y que no nos toque, además, vivir el paso a una dictadura comunista. Seguro que entre todos seremos capaces de defender nuestro Estado de Derecho y Libertades que tenemos desde el 6 de diciembre de 1978.
    Un fuerte abrazo de otra oyente fiel desde Burgos.

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